miércoles, 27 de octubre de 2010

Un (o) doce


[...] Cuando, al fin, ahítos y un poco aturdidos, apartábamos el plato y buscábamos en le banco un respaldo inexistente sobre el que descansar, el camarero traía el té, lo servía según el ritual consagrado, y dejaba sobre la mesa, por la que antes había pasado una bayeta fugitiva, un plato de cuernos de gacela. Ya nadie tenía hambre, pero eso es precisamente lo bueno con los dulces: sólo se pueden apreciar en toda su sutileza cuando no se comen para saciar el hambre, y esa orgía de dulzura azucarada no colma una necesidad primaria sino que envuelve el paladar con la benevolencia del mundo. [...]
Muriel Barbery. Rapsodia Gourmet.

6 comentarios:

neves dijo...

Bonitísimo, UAU!!!
Nun grande libro de receitas.-

Xosé dijo...

Non sei se che dá tempo de levar un postriño así para mañá...
Mimá!

Harmonía dijo...

Estaba boísimo!...Para mañá, creo que xa non queda. Tarde piache, amigo!

Chousa da Alcandra dijo...

"Cornos de gacela".
Vouno apuntar no caderno da miña memoria para cando se tercie unha orxía de dulzura azucarada...E se engorda que engorde!

Harmonía dijo...

Aquí deixo o enlace a unha receita por se alguén se anima a elaborar o postre de menciona Barbery:

http://www.pepekitchen.com/articulo/cuernos-de-gacela-receta-marroqui-paso-a-paso/

Anónimo dijo...

O raro sería que algo tan bo aínda durara.....
Biquiños.O