É a elegancia unha cualidade innata? É unha actitude que se aprende? Depende do tipo de educación recibida? Ten relación co grao de sensibilidade alcanzado por cada persoa a través das experiencias vividas? Podería, o concepto de elegancia, ter que ver co xeito de tratar ás outras persoas? Relaciónanse elegancia e xenerosidade, no senso de ter a capacidade de atención incondicional e desinteresada hacia os demais?
Como se acerca o día de Fin de Ano, o que máis e o que menos está pensando, se non o dicidiu xa : " que me vou a pór o 31 para ir elegante?" (E agora que ninguén nos oe: se é posible, conseguir deslumbrar con todo o glamour, mellor que mellor...). É a elegancia unha cuestión de vestimenta ou de estética? A elegancia ten que ver coa apariencia? Ou é, máis ben, unha cuestión moral? Podería considerarse elegante, aquel que se comporta con sinxeleza, delicadeza, respecto e humildade ante os demais?
Elegancia é a ciencia de non facer nada igual que os demais, parecendo que se fai todo da mesma maneira que eles.
Honoré de Balzac
RECHAZO AL COMBATE (fragmento)
He leído tantos libros...
Sin embargo, como todos los autodidactas, nunca estoy segura de lo que he comprendido de mis lecturas. Un buen día me parece abarcar con una sóla mirada la totalidad del saber, como si invisibles ramificaciones nacieran de pronto y unieran esntre sí todas mis lecturas dispersas; y, de repente, el sentido no se deja aprehender, lo esencial se me escapa y, por mucho que lea y relea las mismas líneas, las comprendo cada vez un poco menos, y me veo a mí misma como a una vieja chalada que piensa tener el estómago lleno sólo por haber leído con atención el menú. Al parecer, la conjunción de esa aptitud y esa ceguera es la marca característica de la autodidaxia. Privando al sujeto de las guías seguras que toda buena formación proporciona, le hace no obstante ofrenda de una libertad y una síntesis de pensamiento allí donde los discursos oficiales imponen barreras y proscriben la aventura.
Esta mañana precisamente, me encuentro, perpleja, en la cocina, con un libro ante mí. Estoy en uno de esos momentos en que me arrebata el delirio de mi empresa solitaria y, a un paso de tirar la toalla, temo haber dado por fin con mi amo.
[...] Déjenme que les diga algo: si hasta el momento se habían imaginado que, a fuerza de fealdad, vejez, viudez y reclusión en una portería, me había convertido en un ser miserable resignado a la bajeza de su suerte, es que carecen de imaginación. Me he replegado, es cierto, y he rechazado el combate. Pero, en la seguridad de mi espíritu, no existe desafío que yo no sea capaz de afrontar. Indigente de nombre, posición y apariencia, soy en mi entendimiento una diosa invicta.
Por ello, Hedmund Husserl, que, a mi juicio, es un nombre para aspiradores sin bolsa, amenaza la perennidad de mi Olimpo privado.
- Bueno, bueno, bueno, bueno, -digo, respirando bien hondo-, todo problema tiene solución, ¿no? -y le lanzo una mirada a mi gato, buscando algo de aliento por su parte.
El ingrato no responde. [...]
Meditaciones cartesianas -Introducción a la fenomenología. Uno se da cuenta enseguida, por el título de la obra y al leer las primeras páginas, que no es posible abordar a Husserl, filósofo fenomenólogo, sin haber leído antes a Descartes y a Kant. Pero resulta también patente que, con la misma prontitud, que dominar a Descartes y a Kant no basta para que a uno se le abran las puertas de acceso a la fenomenología trascendental.
Es una lástima; pues siento por Kant una sólida admiración, por los dispares motivos de que su pensamiento es un concentrado glorioso de genio, rigor y locura y porque, por espartana que pueda ser su prosa, apenas he tenido dificultad en descifrar su sentido. Los textos de Kant, son grandes textos y así lo atestigua su aptitud para superar la prueba de la ciruela claudia.
La prueba de la ciruela claudia asombra por su evidencia; tan evidente es, como digo, que lo deja a uno desarmado. Su fuerza estriba en una constatación universal: al morder la fruta, el hombre comprende al fin. ¿Qué es lo que comprende? Todo. Comprende la lenta maduración de una especie humana abocada a la supervivencia que, un buen día, llega a la intuición del placer, la vanidad de todos los apetitos facticios que distraen de la aspiración primera a las virtudes de las cosas sencillas y sublimes, la inutilidad de los discursos, la lenta y terrible degradación de los mundos a la cual nadie podrá sustraerse y, pese a ello, la maravillosa voluptuosidad de los sentidos cuando conspiran a enseñar a los hombres el placer y la aterradora belleza del Arte. [...]
Muriel Barbey. La elegancia del erizo.