Una vez en lo alto, Ana pareció satisfecha con la vista. En las alturas el ruido de los ríos se pierde y reina un extraordinario silencio, que sólo es interrumpido por el canto de las tobías y el rumor de la brisa entre las retamas. El pelaje de Beaune y los bajos de nuestros pantalones estaban impregnados de olor a romero por el roce de los matorrales a través de los que habíamos pasado, y la fragancia se había hecho más interesante con la adición de lavanda y distintas variedades de tomillo, aunque había quedado matizada por el roce de algún que otro macizo de maloliente ruda.
Allá abajo, las mansas y claras aguas del Río Cádiar se mezclaban con el raudo caudal del río Trevélez, de aguas más oscuras, y juntas se precepitaban estrepitosamente por el rocoso cauce hasta el desfiladero de El Granadino. El Valero se encontraba en el triángulo más oriental de los tres que formaban los ríos al confluir. Nos sentamos en un montículo y nos pusimos a trazar la linde del terreno, que por el lado sur llegaba, descendiendo por la empinada pendiente, casi hasta el borde del agua, y por el norte se allanaba en extensos campos ribereños.
Chris Stewart. Entre limones.
3 comentarios:
Hola,Aura. Hacía ya tiempo que no curioseaba por tu blog y,tengo que decir,que siempre me sorprende (la calidad de las fotografías,lo acertado de los textos, la música...)En fin, espero,ahora que toca descansar unos días, poder acceder a él más a menudo. Un saludo de una admiradora.
E eu que tiña entendido que non che gustaba o olor a lavanda...
Unha aperta, Aura.
Gracias polas túas palabras, Ana. Son ben xenerosas. Xa ves que sigo aquí, a xogar coas fotos. Gústame. É un entretemento agradable. Desfruto mimando as imaxes que eu tomo e tamén ilustrándoas cos traballos doutra xente (poemas, música...). Os vosos comentarios sempre son, para min, os aloumiños que me animan a seguir nesta andaina.
Bea, é certo que non me gusta moito o aroma de lavanda, pero recoñezo que ten unha flor preciosa.
Bicos virtuais.
Publicar un comentario